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El RIGI abrió paso a proyectos de cobre de gran escala, pero la simultaneidad exige fortalecer comunicación, infraestructura y un ecosistema proveedor competitivo.

Argentina se encuentra en la antesala de una transformación histórica con el ingreso simultáneo de proyectos de cobre que, bajo el Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI), podrían movilizar más de USD 25,000 millones en la próxima década. Sin embargo, el reto no se limita a atraer capital: la verdadera prueba será la capacidad de construir varias minas de clase mundial al mismo tiempo, lo que exige comunicación efectiva, infraestructura adecuada y un desarrollo acelerado de proveedores.

La industria enfrenta una deuda comunicacional que limita su aceptación social. Pese al impacto económico del cobre en divisas, empleo y encadenamientos productivos, el debate público sigue reducido a un “sí o no” a la minería, con tensiones ambientales y desconfianza hacia las empresas. La falta de diálogo temprano con comunidades y de información verificable podría frenar proyectos clave, en un contexto donde sin cobre no hay transición energética global, afirmó Natacha Izquierdo, directora de operaciones ABECEB, en su columna de opinión para Infobae.


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Otro desafío crucial es la débil densidad de proveedores. Mientras Chile cuenta con 4,500 empresas vinculadas al sector y Perú con 3,000, Argentina apenas supera las 1,000, la mayoría con baja productividad y escasa certificación. La simultaneidad de proyectos de cobre demandará más de 100,000 toneladas anuales de insumos químicos, flotas de transporte especializado y miles de trabajadores calificados. Si no se consolida un ecosistema local competitivo, los proyectos dependerán de importaciones, encareciendo costos y reduciendo competitividad frente a países vecinos.

Para convertir este potencial en desarrollo sostenido, Argentina debe ampliar la escala de proveedores, sustituir el localismo rígido por regulaciones basadas en estándares globales y fortalecer su comunicación con la sociedad. Si las provincias asumen un rol facilitador, las empresas invierten en programas de desarrollo industrial y el Estado garantiza reglas claras y previsibilidad, la simultaneidad de proyectos se transformará en una palanca de crecimiento. Con ello, el cobre podría convertirse en el nuevo complejo exportador argentino, aportando divisas comparables a los USD 19,000 millones anuales de la soja en las últimas dos décadas.